No hay libro, por malo que sea, que no contenga algo bueno

Los Primeros de Huelin

En este blog vamos a poner en práctica algunas de las cosas que aprendamos en clase. Vamos a escribir pequeños relatos (uno al mes).
Deberán tener una extensión máxima de 25 líneas (letra arial; interlineado sencillo; tamaño 12; márgenes de 2,5 cm.).
Yo pondré una entrada con la primera frase del relato y vosotros tendréis que continuarla. Deberíais escribirlo en un archivo y cuando lo tengáis escrito, subirlo al blog como un comentario a la entrada.
Lo que está completamente prohibido es leer los relatos de los compañeros y no escribir nada.
¡Ánimo!

martes, 11 de enero de 2011

La descripción - Enero 2011

Para este segundo texto descriptivo es conveniente repasar e intentar poner en práctica lo que hemos estudiado en clase.

Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos...

22 comentarios:

  1. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos. Todos los colores del arco iris dejaron de existir. Nuestra mente por un momento sólo recordaba el color blanco de aquella belleza altiva que nos desafiaba con su aire de majestad. Fuesen donde fuesen nuestras miradas, todo era impoluto, como si cada cosa estuviese en su sitio, como si en aquel lugar no existiera el desorden ni la suciedad . A lo lejos entre dos pequeños macizos nevados presidiendo cuatro pinos como cuatro angelitos guardaban las esquinas de una cama. Verdes, eso sí, verdes como la clorofila que fabrica una planta fresca, y redondos, tan redondos y perfectos como si un jarinero se pasase por allí todos los días para podarlos. Se adivinaban grandes rocas bajo la nieve, sólo algunas aristas que quedaban visbles nos daban justa cuenta de que aquel ser inerte, podría tener por algún sitio un resquicio de vida, como las florecillas rosáceas de tallo verde claro con hojitas diminutas que emergían tímidamente del suelo helado hacia el exterior. Y sobre el pico más esbelto, en lo más alto de aqul nuestro mundo, un mar de nubes danzaban como bailarinas húngaras, dibujando siluetas bellísimas con las nieblas procedentes del cambio de tiempo que se avecinaba.

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  2. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos: kilómetros y kilómetros de nieve y elevaciones que, desde lo alto, eran espectaculares. Andrés era el más joven de todos nosotros: un chico bajito de pelo castaño y de ojos azules que, debido a su inexperiencia, estaba agotado y la falta de aire le afectaba más que al resto del grupo. A pesar de que decidió seguir el ascenso, cada vez se sentía peor, aunque no nos lo dijera. Hasta que ocurrió lo que me temía: se desmayó y cayó desplomado. El grito de su novia Aída, una chica un poco más mayor que él, rubia y de ojos negros, hizo que nos percatáramos de que haber dejado que Andrés continuara el viaje fue un gran error. Enseguida intentamos reanimarlo, hasta que abrió levemente los ojos. César, el mayor del grupo, un hombre de unos cuarenta años, de piel tostada y cabello rubio, hizo gala de ser el más veterano cuando nos dijo que abandonáramos el ascenso y que nos preocupáramos de Andrés, aunque era de sentido común. Como el pobre chaval no podía ni caminar, tuve que llevarle a cuestas, hasta que llegamos a la barrera del acceso con coche. Lucía, una joven pelirroja y de grandes ojos verdes que estaba en su coche mirando un mapa, se ofreció a llevarnos a Andrés y a mí al hospital más cercano, mientras que los demás seguían con la expedición.

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  3. Habíamos comenzado a caminar muy temprano.El pueblo de Capileira por la cara sur.El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentava soleado.Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional,un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos.
    Aunque había un sol radiante,pudimos observar que la nieve deslumbrante,estaba muy cerca,era la primera vez que la veía,me resultó extrordinaria,totalmente blanca y limpia,parecía que éramos los primeros seres humanos que habíamos llegado a ver esa maravillosa vista,era mejor incluso de lo que había imaginado,la mezcla de colores:blanco,diferentes matices de marrones y verdes,el azul... que parecían sacados de la paleta de un pintor, y olores de las diferentes plantas aromáticas que salpicaban el camino aquí y allá,embriagaban los sentidos.Una cabra montesa nos dió la bienvenida desde muy,muy lejos.Al fondo,un impresionante pico que parecía que tocaba el cielo.También había unas nubes que brillaban como el sol,con unas formas caprichosas,parecía que descansaban en el último tramo de la montaña.
    Tenía que seguir con la marcha,no podía malgastar el oxígeno,además tenía que reponer fuerzas,aunque tenía mucha hambre,la comida no era lo que se dice apetitosa,un café,una barrita energética y una manzana,pero era o eso,o que me flaquearan las fuerzas,y todavía teníamos un largo y duro camino por delante,ya que conforme avanzábamos era cada vez más empinado,así que me tuve que aguantar,después de un breve descanso,proseguimos la marcha.Llegamos arriba al caer la tarde,estábamos exhaustos,y todavía teníamos que montar las tiendas de campaña,un último esfuerzo,pero desde luego que mereció la pena,esa noche dormimos bajo un maravilloso manto de estrellas,será un recuerdo inolvidable,que se quedará grabado en mi retina para toda la vida.

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  4. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos, era un paisaje luminoso, al fondo se veían grandes montañas cubiertas de nieve en la cima. Cuanto más nos acercábamos a la zona nevada hacía más frío. Allí había niños pequeños jugando a tirarse bolas de nieve y haciendo muñecos en la nieve. También se veía a gente esquiando, aunque era un día bastante caluroso la gente disfrutaba de la nieve. Nosotros seguíamos nuestro dificultoso camino hasta el parque Nacional. Era un camino lleno de piedras y de grandes hoyos por lo que teníamos que andar con mucho cuidado para no tropezar.

    Cuando llegamos al parque Nacional, todos respiramos con alivio ya que el camino se nos hizo bastante largo. Después nos asomamos a un paisaje desde el que se divisaba el mar. Estaba un poco revuelto ya que había grandes olas, pero la arena era de un color precioso y no tenía ni siquiera una piedra, lo que hacía que desearas dar un agradable paseo a pesar de la fría brisa.

    Después seguimos otro camino para comer. El sitio en el que paramos tenía mucha vegetación y unos bancos y mesas para sentarse a comer.

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  5. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos, un manto blanco e interminable y que al ver su color frío y brillante me resplandeció en las pupilas produciéndome una sensación de no poder ver bien.
    Al disponernos a reanudar la marcha llegaron unas personas jóvenes, atléticas y que por sus atuendos, muy distintos a los nuestros, me suponía que iban a practicar la escalada.
    Me sorprendió que llevaran bicis en este tipo de paisajes. Ellos nos explicaron que las bicis eran especiales para las montañas ya que eran ligeras pero resistente para soportar el peso y que tuvieran muchas marchas y un manillar preparado con cuernos para agarrarse en los tramos más difíciles. El propósito de ellos era alcanzar el Mulhacén.
    Al contrario que ellos, nuestro grupo pretendía visitar la zona para conocer sus barrancos de vértigo, parar en los miradores para hacer fotos y contemplar las vistas, y por último disfrutaríamos de una comida típica de Capileira, como es el plato Alpujarreño y de sus tapas gratis con la bebida sentado al calor y al olor de la chimenea de leña.

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  6. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos, probablemente el mejor paisaje que nunca halla visto, todo envuelto en multitud de colores,y olores desconocidos para nuestro olfato, aire puro que es todo un lujo, olores silvestres,Mientras caminábamos por el sendero esos olores nos invitaban a que nos perdiéramos en la naturaleza y a no darnos cuenta de lo abrupto y escarpado del terreno.
    Continuábamos ascendiendo durante media hora y llegamos a los miradores y contemplamos varias vistas del pueblo de Capileira y el pueblo de Campaneira con sus tejados blancos de restos de la reciente nieve, el bullicio de su gente, el despertar de los habitantes y como si fuese un eco nos llegaba el sonido de unas campanas y suponemos que es mediodía.
    Siguiendo por la ruta que nos habíamos propuesto, empezamos a encontrar nieve y agua líquida.
    Por fin alcanzamos la cima, y como estaba todo tan despejado pudimos ver desde aquí el Veleta y echamos algunas fotos para recordar ese cielo tan deslumbrante que parecía tan cercano, y no a miles de kilómetros, dando la sensación de ser una pintura o un cuadro.

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  7. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos era maravilloso, tenía muchos árboles; cada árbol tenia cinco o seis flores no mas, un lago fantástico con cisnes blancos y patos pequeños, bancos, fuentes…Todo era perfecto y muy bonito pero en ese momento oí a un chico corriendo. Cuando me di la vuelta se chocó contra mí, era alto, moreno y lo que más destacaba de él eran sus ojos marrones como la miel. Se disculpo, y me dijo que era de Almería, andaluz como yo. Él vivía cerca del mar y había venido de excursión, se hospedaba en un hotel muy cerca del mió, estábamos cansados y decidimos sentarnos en un banco.

    Me contó que solo llevaba un día y que no dominaba muy bien donde se encontraba su hotel, había estado toda la mañana visitando el pueblo y estaba un poco cansado. Vio todo tipo de tiendas de ropa, de alimento, de deporte…
    Compró en un mercado cerca del Mulhacén, un producto típico de Granada la miel, justo el color de sus ojos. Al cabo de un rato me di cuenta de lo tarde que se había hecho, hablamos un rato más y quedamos para otro día.

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  8. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos,era un gran paisaje muy grande,como era verano,tenía un tono verdoso,había mucha gente en el parque comiendo con su hijos todos estaban felices ya que estaban en vacaciones y estaban con sus familias.Yo y mis amigos teníamos hambre y fuimos a la cafetería a pedir unos helados,hay quien ha ido a columpiarse o a hablar con otras personas después de comer los helados, caminamos por un rato,al poco tiempo no sabíamos donde nos encontrábamos nos asustamos porque no conocíamos nada de Capileira.Buscamos a alguien que nos podría ayudar pero no encontramos a nadie estábamos desesperados. En nuestras mochilas teníamos:una botella de agua,bocadillos y chuchería,nadie tenía móvil para llamar .al poco un hombre pasó por delante nuestra y nos fuimos gritando hacia él.nos llevó al parque y volvimos con los demás.

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  9. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos de forma imprecisa. Éramos tres amigos: Pedro, Luis y yo. Pedro era alto, robusto, con los ojos castaños. Luis tenía una mochila gigante cargada con muchas cosas. Tenía el pelo rubio y los ojos castaños. Era de estatura baja, pero tenía un genio de mil demonios. Fuimos andando poquito a poco, hasta llegar a un refugio. Luis era el más pequeño, así que se cansó antes. Pedro y yo no queríamos descansar todavía, porque sólo habíamos caminado media hora. Cuando le dijimos a Luis que íbamos a parar al siguiente refugio, empezó a llorar. Lo intentamos consolar diciéndole que el próximo refugio era más grande y bonito. Pudimos calmarlo un poco pero no paraba de llorar como un niño quejica. Eran casi las seis. Tuvimos que ir corriendo hacia la cima. Eran ya las ocho cuando Luis se tiro al duro suelo porque no quería andar más. Así que Pedro habló muy duro con él y convenció a Luis para seguir. Llegamos al refugio más grande y bonito que habíamos visto jamás. Nos registramos en la habitación número dos. Era bastante bonita, pero las camas eran viejas. Nos fuimos a acostar pero no pudimos porque Luis se había hecho mucho daño al tirarse al duro suelo. No nos lo había dicho para que no llegáramos más tarde. Tenía un moratón gigante y muy morado. Se lo llevaron a enfermería y le pusieron una venda. Después fuimos a comer al restaurante que había al lado. Era de cuatro estrellas y bastante lujoso y bonito. Comimos y nos fuimos a dormir para ir al aeropuerto y coger un avión hasta Italia, a escalar los Alpes.

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  10. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos era naranja y con bastantes nubes, parecia que iva a llover. Capileira es un pueblo muy bonito, tiene muchos arboles frutales, casas de colores en blanco, azul celeste, rojo y naranja. Todas las personas eran muy amables conmigo. Unas hojas cayeron del cerezo que teniamos al lado y el paisaje era muy bonito. Nuestra casa estaba en un monte y era muy pequeña y de color azul celeste, tenia unas pocas ventanas y una puerta muy resistente de madera. Me levanto muy tenprano este dia y salgo a plantar algunas alcachofas y a recojer las lechugas que ya estan frescas, habia flores muy coloridas y brillante, las abejas revoloteaban por alli y por alla y mi abuela tiene 2 colmenas muy grandes, de las que sale una miel liquida y muy dulce. Me gusto mucho ir a este pueblo con mis tios y mi abuela y quiero volber alguna vez.

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  11. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje jamas e espectacular se ofreció ante nuestros ojos era un paisaje precioso con muchos tipos diferentes de verdes,nunca habíamos visto tal paisaje tan bonito,verdoso y impactante,nunca había visto el amanecer era de color suave y naranja fue una cosa inédita al final nosotros ayudamos a que el paisaje siguiera estando limpio.

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  12. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos y rápidamente pensamos todos una frase en nuestra cabeza: “que bonito”. Cuando íbamos llegando a la barrera que impedía el acceso, yo pensaba en como serian el coche y el hombre que habría dentro; como estaba pensando en las musarañas, cuando menos me lo esperaba, tropecé con una piedra que hizo que me cayese, me hice una herida bastante grande, los guardas que conducían aquellos coches de un cierto color chillón, (que creo recordar que era amarillo) vinieron a ayudarme. Cuando íbamos llegando a la barrera se podían observar, con dificultad, las casetas donde estaban los guardas, con una cierta dificultad debido al tremendo sol que hacía, cada vez habia mayor pendiente. Cuando íbamos en el coche se empezaba a notar la dificultad de respiración; cuando todos estabamos encantados con aquellas vistas, finalizó el recorrido.

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  13. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos. La cima de las montañas estaba todavía nevada. Había muchos árboles altos, grandes y muy bonitos, y un prado verde con muchas flores de todos los colores, en el que comían una manada de caballos. Un pequeño río lo cruzaba. El sitio era muy tranquilo, perfecto para descansar, y estuvimos allí un rato haciéndonos unas fotos y escuchando el ruido del agua.
    Seguimos subiendo por una vereda muy estrecha por la que teníamos que ir de uno en uno. Íbamos muy bien por el camino sin ningún inconveniente hasta que nos encontramos con un rebaño de ovejas. Lo cuidaba un pastor muy mayor, con la cara muy morena y llena de arrugas, y le acompañaban un niño pequeño y un perro que se llamaba luna. Seguíamos subiendo y el calor iba apretando. Después de un par de horas llegamos al final del camino. Era un lugar muy bonito, había unas cabañas grandes de madera. También un bar pequeño con mesas fuera para cuando no hiciera frío. Al lado de una cabaña había una fuente muy grande, y junto a ella un banco pequeño de madera. Allí íbamos a pasar la noche.
    Después de merendar, nos tumbamos en la hierba para ver la puesta de sol. El cielo se puso de color rojo y amarillo y el sol fue escondiéndose poco a poco detrás de las montañas. Al fondo, entre dos montañas, se veía un poco el mar.Por la noche, encendimos fuego y nos sentamos en unos troncos de madera y se veía un cielo con muchísimas estrellas.
    Y al día siguiente, por la mañana temprano, volvimos a casa. El cielo estaba otra vez azul, y hacía un poco de fresco. El olor de las flores y de las plantas silvestres era muy agradable. Pasamos una experiencia muy bonita.

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  14. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con el coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos, el gran Mulhacén totalmente blanco, de la nieve que nevó días anteriores, el paisaje era precioso a todos nos encantó. Tras echar varias fotos, empezamos el inmenso trayecto hacia la gran cima. Llevábamos todos mochilas, pero la de Paco era la mas pesada. Andamos y andamos sin parar, aproximadamente eran las doce y cuarto cuando llegamos a una zona con abundante vegetación, cerca había un bosque, vimos a un par de conejos marrones correteando por el bosque. A las dos y media nos sentamos a comer, justo cuando Paco empezó a quejarse de la espalda, que la dolía mucho. Nos tomamos unos bocadillos y al lado de Luis había una planta extraña pero bonita, era de color verde y morada, y nos gusto tanto que le hicimos una foto. Al terminar de comer anduvimos un tiempo y sobre las cinco y media estuvimos refrescándonos en un arroyo de agua cristalina y fría.
    Antes de la cima vimos una cabras con grandes cuernos. Al llegar a la cima, encontramos algunos neveros y vimos un paisaje espectacular, se veía el mar azul y enorme, muchas de las grandes montañas y sierras de Andalucía y la costa de África.

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  15. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos, era un paisaje blanco, con muchos árboles, arbustos y césped nevados. Alrededor habían muchos animales, desde ardillas hasta lobos. Mi amigo Antonio, un tipo alto y delgado, y yo nos acercamos a un lobato. Era muy pequeño y tenía el pelo de color gris. Nos acercamos a el cuando vimos que tenía una pata sangrando. Lo cogimos entre los dos y lo llevamos a un hombre que era veterinario, era viejo, canoso y muy bajo. Nos contó que muchos animales de los alrededores estaban heridos por un cazador. No mataba a los animales pero les hería para que no hiciesen daño a las personas. Dejamos al lobato con el veterinario y nos fuimos a jugar con la nieve hasta que escuchamos un disparo. Vimos al cazador pero ya era demasiado tarde para acercarnos. Suponíamos que había disparado a algún animal cercano, hasta que vimos a un conejo blanco y peludo escapando. Había fallado pero no creo que eso fuese su objetivo. Creo que quería llamar nuestra atención. Ascendimos hacia el Mulhacén para buscar al cazador. Lo encontramos sentado apoyado en un árbol sin hojas, nevado y de grueso tronco. Le vimos curándose unas heridas que tenía seguramente por haberse caído, hasta que se levantó y fue hacia nosotros. Nos puso la mano en nuestros hombros y nos contó que hace siete años los lobos y zorros le atacaron. Se puso muy grave hasta que un medico se acercó. Le salvo de los animales y le recompensó con un reloj de oro puro. Cuando nos terminó de contar la historia cogió el rifle de precisión y se fue. Le detuvimos y le dijimos que lo que hacía estaba mal. Se enfado tanto que nos apunto. No tenía intención de dispararnos pero nos intimido mucho. Un señor que pasaba por allí nos vio y fue hacia un refugio que estaba a pocos metros. Había un teléfono con el que llamó a la policía. Mientras tanto el cazador bajo el arma y se marchó. Vinieron tres policías, uno era bajo y gordo, otro alto y muy fuerte y el otro tenía un bigote. Fueron tras el cazador hasta que lo atraparon. Lo llevaron a una comisaría de Capileira y lo detuvieron. Antonio y yo fuimos a Capileira a descansar del largo día.

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  16. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con el coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos. Me quede paralizada al ver aquel paisaje tan maravilloso. Pero aquel era diferente porque presentaba la puesta de sol más brillante y deslumbrante que había visto jamas. El paisaje tenía un aspecto fantástico. Había arboles verdes, pájaros multicolores cantando, muchos animales y una colina. Bajamos la colina y encontramos un arroyo con agua cristalina y transparente. Allí vimos un montón de peces multicolores. Ya eran las nueve de la noche y decidimos quedarnos a dormir. Empezamos a montar las tiendas de campaña y preparar los sacos de dormir. Sobre las diez de la noche o cosa así estábamos dormidas cuando, de repente, unos osos atacaron nuestro campamento. Estábamos asustadas pero al final combatimos contra los osos. En la batalla una de mis amigas quedó herida. Mientras las demás chicas luchaban fui con mi amiga a la tienda de campaña. Al
    bajarle el pantalón vi que la herida derramaba sangre roja, era grande y estaba sucia. Se la limpié con agua y salimos afuera a ayudar a mis amigas. Y al salir vimos que mis amigas y los osos se habían hecho amigos. A la mañana siguiente nos fuimos con esperanza de volver. Al llegar a casa tuvimos que llevar a mi amiga herida al hospital porque su herida había ido a peor. Al cabo de tres meses mi amiga salió del hospital con la pierna sana. Y dijo que el año que viene quería volver al campo.

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  17. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos, las montañas estaban nevadas y una brisa fresca nos recorrió todo el cuerpo poniéndonos los bellos de punta. Si mirábamos a nuestra derecha, se veía el arroyo correr con un agua cristalina y limpia como nunca lo habíamos visto antes. A nuestra izquierda, había unos grandes árboles y son hojas tenían un color verde, que destacaban más con el color blanco de la nieve.
    Cunado paramos para descansar en el mirador de la cima, después de una larga caminata por una senda sinuosa, nuestros ojos se abrieron como platos, si el paisaje del principio nos pareció hermoso el del mirador era algo esplendido, ya que pudimos ver toda la cadena montañosa, con sus picos nevados y esa nieve derritiéndose que cuando el sol se reflejaba en sus gotas, brillaba tanto que nos obligo a entrecerrar los ojos y a ponernos las gafas de sol. El cielo estaba despejado sin nubes de un color azul intenso y parecía que estaba tan cerca que casi podíamos tocarlo.
    Recuerdo que hicimos muchas fotos para no olvidar nunca ese paisaje tan fantástico, que nos brindaba nuestra sierra andaluza.

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  18. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos...
    El fin de la expedición era encontrar a los dos exploradores japoneses, que se habían perdido a principios de semana. Por la descripción que nos hizo el recepcionista del hotel donde se hospedaban, eran de elevada estatura, jóvenes y uno de ellos tenía una parte de la cara quemada, aunque no creo que fuera difícil distinguirlos, pues el monte estaba totalmente cubierto de nieve y a no ser que llevaran ropa blanca era fácil.
    El equipo de búsqueda estaba formado por algunos policías del pueblo y por voluntarios, eran hombres de pueblo que se comían algunas palabras y letras al hablar. Lo que incomodaba al equipo era que los turistas estuviesen heridos o en el peor de los casos muertos.
    Cuando estábamos a gran altura miramos a los alrededores con prismáticos, uno de los policías vio una mancha negra, rápidamente descendimos para ver si era ellos, al llegar vimos que si eran los turistas. Por desgracia, uno estaba llorando y diciendo algo en japonés, al mirar al suelo descubrimos que el otro turista se encontraba en las últimas, con cara de hambre, con los labios morados y sin poder moverse. Rápidamente, los llevamos al pueblo al centro sanitario para tratarlos medicamente. Al final los turistas se salvaron gracias al esfuerzo de los voluntarios y de los policías del pueblo.

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  19. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos. Nos quedamos allí haciéndonos fotos y mirando aquel paisaje tan fascinante, hasta la hora de comer, que bajamos al pueblo. Era un pueblo pequeño con poquísimos habitantes. Cuando entramos en el bar nos sentamos al lado de la ventana, se veía toda Sierra Nevada desde allí, era un paisaje espectacular. Preguntamos al camarero por donde estaba el camino para ir al Parque Nacional pero no sabía por donde era. Un hombre alto, joven, rubio, con ojos verdosos nos dijo que si sabía donde estaba, pero que nos llevaría con una condición que lo lleváramos con nosotros. A Antonio no le gustaba mucho la idea de que viniera con nosotros, pero por el contrario Paula estaba encantada. Estuvimos hablando con él después de comer, y nos contó que se llamaba Paco que era de aquí, que había vivido aquí toda su vida y que se sabia el camino de memoria. Entonces nosotros aceptamos que viniera con nosotros. Cuando empezamos el camino era muy bonito, íbamos caminando por la poca nieve que quedaba entre las montañas nevadas, mas adelante cuando descendíamos había un prado muy grande que al final se veía una casa bastante grande. Cuando nos acercamos estaba abandonada porque según Paco eran unos señores muy mayores y no tenían hijos, intentaron vender la casa pero nadie se la compro desde entonces es de unos sobrinos pero nunca vienen a visitarla. A medida que bajaban se encontraron un bosque precioso con un montón de árboles altos y también vieron a algún animal merodear por allí. Cuando salieron de aquella infinidad de árboles vieron un paisaje maravilloso, desde allí veían el mar a lo lejos, montañas, las casas de los habitantes de los pueblos... Paco les dijo que ya quedaba poco para llegar al Parque Nacional, que sólo tardarían un par de horas más. Seguían descendiendo por aquellas montañas nevadas, y Paula estaba cansada así que pararon a descansar un rato en una casa abandonada, era muy pequeña solo tenía una planta, al entrar se veía al final de habitación una chimenea antiquísima y con unos montones de paja al lado. Se sentaron en el montón de paja y en el suelo, encendieron la chimenea con leña que habían recogido estuvieron allí unas horas y después reemprendieron el camino. Al cabo de una hora andando por fin llegaron al Parque Nacional, todos nos quedamos allí menos Paco que debía seguir hasta llegar a Granada.

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  20. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos, era tan bello ver como todos los picos estaban completamente nevados. Nada mas terminar de contemplar antes nuestro ojos aquel bello paisaje seguimos cuesta arriba. Mario no tardo en quejarse de que estaba muy cansado, la verdad es que con ese frío decidimos que recuperaríamos fuerzas en una cueva que divisamos en lo alto de una pequeña montaña. Tras encontrar aquella cueva descasamos y antes de que hiciera mas frío seguimos la trayectoria.
    Subíamos esta vez por un sitio mas escarpado, lleno de vegetación, teníamos que apartar tal vegetación para evitar tropezar. Cuando terminamos aquel difícil ascenso seguimos por un camino mas llano que el anterior. A medida que subíamos por aquel camino hacia mas frío, hacia tanto frío que aveces por un momento se nos enfriaban tanto los dedos que teníamos que moverlos constantemente para evitar que se nos congelasen. Seguíamos cuesta arriba cuando Marta dijo que miráramos por un momento el horizonte nada mas verlo contemplamos que el paisaje anterior era diferente a este, este era mucho mas bello que el anterior se divisaba todos los picos completamente nevados, vimos a lo lejos unos arboles muy peculiares,
    ya que parecían unos muñecos de nieve. Después de ver aquel paisaje, seguimos con nuestra ruta, estuvimos caminando cerca de dos horas cuando por fin llegamos a aquella asombrosa montaña. La montaña estaba completamente nevada y antes de hacer nuestro descenso hicimos muñecos de nieve, era tan grande que tardamos un tiempo en acabarlo. Nada mas descansar y comer aquellos bocadillos que nos trajo Raquel, seguimos nuestro descenso y al terminar decidimos que era uno de los mejores viaje que habíamos hecho y que lo repetiríamos.

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  21. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur. El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional, un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos, un paisaje
    bañado por la cálida luz del amanecer, salpicado por pequeñas manchas verdes que parecían los olivos y pequeños pueblos, que, a esta altura, parecían maquetas de LEGO.
    nos resultaría imposible mirar la fría y deslumbrante nieve si no fuera por nuestras gafas de sol, ya que su blanco resplandor nos dejaría sin visión durante unos segundos. llegamos a la cima al medio día cuando ya no se distinguían aquellas manchas verdes que hicieron nuestras
    delicias unas horas antes.

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  22. Habíamos comenzado a caminar muy temprano. El pueblo de Capileira aún dormía cuando comenzamos la ascensión al Mulhacén por la cara sur.
    El camino era largo pero no demasiado pendiente y el día se presentaba soleado. Al poco de superar la barrera que impide el acceso con coche al Parque Nacional,
    un paisaje espectacular se ofreció ante nuestros ojos. Nos detuvimos unos instantes para contemplar aquella hermosura. Nunca nos podríamos imaginar de que aquello sería tan bonito, lleno de árboles muy verdes, flores vistosas que olían de maravilla, pájaros piando en aquellos árboles tan hermosos. Todo era perfecto, lleno de paz y tranquilidad, me tumbé en la hierba para contemplarlo aún mejor y descansar un poco después del largo viaje que hicimos todos los compañeros y profesores de nuestro instituto. Los demás se dedicaron a hacer fotos con su cámaras de fotos. Al rato vino corriendo José Antonio, mi compañero de viaje en el autobús y mi mejor amigo. Él es muy alto y delgado de pelo rubio y pecas en la cara le llamamos “el pequitas”. Me dijo que si quería hacer fotos que las haga ya porque dentro de poco seguiríamos andando. Yo me dí prisa cogí la cámara e hice un montón de fotos del paisaje. Luego seguimos disfrutando aquella excursión que seguro que no se la olvidará nadie.

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